Un tropiezo que duele más por cómo fue

(image via Houston Dynamo FC)

El Houston Dynamo viajó a las alturas de Utah con la ilusión de encadenar su tercera victoria consecutiva. Enfrente, un viejo conocido: Real Salt Lake. La historia, sin embargo, se escribió con un solo gol: un instante de desconcierto en la zaga y la puntería tras un rebote en el área de William Agada. Fue 1-0: ajustado, sufrido, frustrante.

Jack McGlynn volvió al equipo tras su travesía con la Selección de Estados Unidos en la Copa Oro y no tardó en retomar los hilos del mediocampo. Con él en la cancha, Houston fue más fluido, más profundo, pero no más certero. Las ocasiones existieron, pero el gol nunca llegó.

Jonathan Bond, inmenso bajo los tres palos, mantuvo al equipo en pie con al menos cinco intervenciones de alto nivel. Pero no pudo hacer nada en el minuto 42, cuando una pelota suelta en el área tras un córner fue aprovechada por Agada para marcar el único tanto de la noche.

En el complemento, el Dynamo fue claramente superior. Ponce reventó el travesaño, Escobar rozó el empate por centímetros, Andrade se topó con el arquero, y Dorsey fabricó una jugada que terminó con un disparo alto. La historia se repetía una y otra vez: Houston cerca, muy cerca, pero sin premio.

Ben Olsen lo resumió con crudeza y claridad: “No tenemos ningún negocio saliendo de este partido sin un gol. Creamos suficiente para llevarnos algo. Esta vez, no hicimos la jugada que importaba”.

Con el orgullo golpeado pero el horizonte aún abierto, el Dynamo vuelve a casa para recibir a Vancouver este miércoles y a Philadelphia el sábado. Cada punto vale oro en una conferencia que no perdona, y como dijo el propio Olsen: “Vivimos al borde… y así hay que jugar”.

Esa es la consigna ahora: convertir la frustración en combustible. Porque si algo dejó claro este equipo en Utah es que no le falta juego. Solo necesita gol.

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